Aquí me siento, vacío y aturdido
con la cabeza umbría de silencios
y el corazón autista de latidos.
Me siento al filo de una cuartilla virgen
que espera ser poseída y fecundada
y se ofrece desnuda a mi deseo.
La miro con recelo y con vergüenza
como un macho viejo a su exigente hembra
y la acaricio, la tomo entre mis manos
pero no la poseo, mi pluma la desgarra
pero la tinta está ya desecada
y sólo queda tarquín en el tintero.
La veo tornarse lívida, amarilla
quizás de rabia, de pena o de despecho
y al fin se arruga de vieja entre mi puño
y desciende al limbo de los papeles huecos
entre reproches y húmedos recuerdos.
Así mi alma se siente ante tu ausencia
porque aunque estás, estás en otra esfera
y la pluma dorada de tus labios
ya no tiñe de oro mis cuartillas
ni mi piel desnuda enciende tu mirada.
Y así te sientes, culpable e impotente,
tampoco tú puedes darme lo que espero,
ya presiento tu mano arrebujarme
y lanzarme al abismo del olvido
entre colillas y legajos viejos,
mientras llenas de nuevo tu tintero.