Rastros que deja una casa quemada y un
trovador muerto en consuelos etéreos
El peor dolor es el que no se halla,
que el mismo sea un agujero
subterráneo e infinito, lleno de nada y
nada en lo lleno.
Amarga verdad eres y
falsedad absoluta me siento, y no
es raro que te conozca así desvergonzada
contumaz en tan solo una
pesadilla estrafalaria.
Que nadie nos note,
que mueran tus verdades y
mil rencores, que las cosas puedan
detenerse como
la fotografía semanal del
viento y tu rostro.
Y el futuro es el temor,
lo que nos mece la cuna
y nos
acaricia arrugas o úlceras que derrapan
por gritar, ese que nos martiriza
contando los segundos
arrastrando la aguja.
Háblame
en cifrado, por
muecas; que tus miradas sean
la contención,
el diálogo entre mudos, que
el suicidio sea ejemplo
entre ese ardor cobarde.
Trovador, habla trovador,
hazle saber que el futuro
ha llegado, que a dentellazos ha descubierto
mi piel en sangre,
pero escenas así solo son visibles
en palpitaciones que
huelen algo más
que el presente y copas que antes
hubieran estado llenas.
Todo se apaga:
es la vida, borracha,
que no se deja importar, es
la que ha dejado de ser y que
sin un muerto solo es
una sombra que se
arrastra.
Y todo esto fue real?
Y que ganamos con el alma sufrida?
Somos nosotros realmente, dos caras en la tristeza y en la alegría?
Y realmente no somos nada, che.