Franz Talithier

Rastros que deja una casa quemada y un trovador muerto en consuelos etéreos.

Rastros que deja una casa quemada y un

trovador muerto en consuelos etéreos

 

 

 

El peor dolor es el que no se halla,

que el mismo sea un agujero

subterráneo e infinito, lleno de nada y 

nada en lo lleno.

 

Amarga verdad eres y 

falsedad absoluta me siento, y no

es raro que te conozca así desvergonzada

contumaz en tan solo una

pesadilla estrafalaria.

Que nadie nos note,

que mueran tus verdades y

mil rencores, que las cosas puedan

detenerse como

la fotografía semanal del

viento y tu rostro.

 

Y el futuro es el temor,

lo que nos mece la cuna

y nos

acaricia arrugas o úlceras que derrapan

por gritar, ese que nos martiriza

contando los segundos

arrastrando la aguja.

 

Háblame

en cifrado, por 

muecas; que tus miradas sean

la contención,

el diálogo entre mudos, que

el suicidio sea ejemplo

entre ese ardor cobarde.

 

Trovador, habla trovador,

hazle saber que el futuro

ha llegado, que a dentellazos ha descubierto

mi piel en sangre,

pero escenas así solo son visibles

en palpitaciones que

huelen algo más

que el presente y copas que antes

hubieran estado llenas.

 

Todo se apaga:

es la vida, borracha,

que no se deja importar, es

la que ha dejado de ser y que

sin un muerto solo es

una sombra que se

arrastra.

 

Y todo esto fue real?

Y que ganamos con el alma sufrida?

Somos nosotros realmente, dos caras en la tristeza y en la alegría?

 

Y realmente no somos nada, che.