Carlos Del Real

Piedra Diamante

La gente me hizo ser piedra,

la vida me hizo rodante.

Y rodar fue mi destino

por los caminos errante.

 

Era mi suerte tan negra

que hasta mi cielo nublaba

y aun siendo mi alma de piedra

amargo llanto lloraba,

mirando como en tinieblas

todos mis dias se tornaban.

 

En las horas serenas

de mis noches calladas

llorando yo amargas penas

la luna tierna me hallaba.

 

 

Contemplando las estrellas

noche tras noche pasaba,

soñando ser como ellas
tan destellantes y claras,
tan cristalinas y bellas
que asi mi cielo adornaban.
 
 
Pero que ingratas estrellas
entre ellas se murmuraban
y se reian de mis penas
a risas y carcajadas.
 
 
Era tan grande mi pena
que todo el cielo abarcaba
y aun siendo mi alma de piedra
amargo llanto lloraba
al ver tan crueles estrellas
como de mi se burlaban.
 
 
En una noche de aquellas
que tristes penas lloraba
de pronto la luna nueva
tal como nunca brillaba.
 
 
Era tan grande su estela
que todo el cielo alumraba
con tal influencia suprema
que hasta las piedras hablaban,
lucia la noche tan bella
que hasta los campos cantaban.
 
 
Bajando por la vereda
un caminante pasaba,
iba apuntando sus huellas
justo hacia donde yo estaba.
 
 
Era mi suerte tan negra
que la muerte me asechaba
y aun siendo mi alma de piedra
en pedasos se quebraba
tras que sus pasos con fuerza
conmigo se tropesaban.
 
 
En tan amargos instantes
solo en la muerte yo pensaba
por las heridas punzantes
que aquello me ocasionaba.
 
 
Pero un destello imperante
dentro de mi ser afloraba,
con un fulgor irradiante
que a toda estrella opacaba,
pues de mi pecho incesante
un real diamante alojaba.


 
La gente me hizo ser piedra,

la vida me hizo rodante.

La gente me hizo ser piedra

pero mi fe me hizo ser diamante.