Es lo que le hace levantar
cada mañana y abrir los ojos.
Hablar con él,
es no caer en la tumba
y no perderse
en el último grito.
Es borrar
la expresión de enojo
del rostro y en la claridad
entender la carencia y frustración
de su niñez de pérdida,
de nunca recibir nada.
Si supieras
cuanto te entiendo
pero no estoy en la vida
para darte lo que quieres,
lo que careces,
ni para cuidar, adormecer y callar
todo el dolor que guardas
en tu alma para no sentirla.
No me esperes, no iré a buscarte.
Ni ya quiero pensar
Tan solo debo dejar todo,
no quiero nada, y no necesito nada.
Ni poner excusas, ni inventar.
No quiero
quitarme el gozo de sentirme feliz,
si así lo deseo ni de poder
entregarlo cuando quiero.
Ni tu ni nadie,
ni las cosas materiales,
me alimentan.
Ni menos me abrazan si estoy mal,
no levantan mi mirada
en medio del espanto
de las manos vencidas en la soledad
ni destapa el perfume del amor a la vida
No voy a fingir lo que soy.
Me voy, sin culpas
a disfrutar el presente,
a caminar en libertad,
sin resentimientos.
Sin tu amor
y de ese alguien
que también soy
y algún día fui
Mané Castro Videla