De Gaviota Romero Blandino
Buscabas felicidad y no pudiste encontrarla… Oh, quizás fue
que cuando la tuviste en tus manos, no supiste apreciarla.
Y como un pájaro voló muy lejos de ti.
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Quisiste coger la luna, y no pudiste alcanzarla.
Y presuntuoso de ti, la miraste con desprecio
diciendo muy despacito... ¡tú te lo pierdes lunita! Nunca,
nunca, entraras en mi casa.
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Siempre quise poderme mirar en tus ojos,
y de mañana, tarde y noche al igual de madrugada,
los busque incesantemente; ¡por fin cuando los halle!
¡Qué desilusión tan grande!
Pues, serrado se encontraban
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Cuando pienso que al mundo nada le importa lo
que digo, lo que hago,
Será que el mundo es sordo, ciego y mudo
y yo, no me he percatado.
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El cielo le presta al mar su color.
Las nubes son generosas pues nos brinda
sombra fresca en un día de calor.
El arco iris nos regala a nuestros ojos color.
Las aves con su canto nos alegra el corazón.
¿Y nosotros que le ofrecemos a Dios?
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Un día me dijiste... ¡ves mis manos, estás son mi dios!
Por ella tú puedes comer, sin ellas, ¿cómo y vas a vivir?
Con el paso de los años, he podido comprobar
que tus manos nada son:
comparada con las cosas tan lindas
que me ha regalado Dios.
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Tú me miras extrañado, quizás pensando,
¡qué tonta se ve está mujer!
Tanto tienes, tanto vales, nada tienes nada vales.
Yo sigo mi camino pensando, nada tengo.
Oh, mi Dios pero me has dado ¡tanta felicidad!
Y he podido aprender que no se consigue ningún bien duradero,
dejando de servir al Dios verdadero