Te hablo, desde mi etérea existencia
que ya no es y que en mucho nos separa,
te observo aquí, desde esta mi presencia
la que ausente, ya no te da la cara.
Te pienso, desde esta pequeña gruta
que es de una tierna luz ensombrecida
yo aquí, mirando a los lirios marchitos
como apagadas veo las estrellas,
quizá por el silencio de mis huellas
en mi invisible paso por la vida.
Y te sueño, desde esta densa niebla
do se vive entre lápidas y cruces
aquí donde nadie se va de bruces
donde el ansiado vivir no tiene hitos
ni se teme a los muertos, ni a los mitos.
Te escribo, desde mi corazón rojo
hoy gris, consumido y atomizado
que amó al amor, tierno y enamorado
al que solo dejé con mi partida.
De último te digo; que aún te vivo
desde este mar de paz enternecido
sin barcas y sin remos, yo percibo
que un día nos veremos, vaticino.
Lebusla
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