Ya sólo ruinas quedaron
de aquél amor que forjaste
porque (tú) nunca me amaste…
¡Por eso ya se olvidaron!
Que en mi piel tú penetraste.
Nada existe en mi camino
la aventura es cosa vana;
ya no hay para mí un mañana
-es tan cruel ya mi destino-
(que ni la lágrima emana)
Tu nombre (¡ya lo he olvidado!)
[…] como olvidé tu traición
¡maldita…! Sea la razón
del por qué, (yo) te habré amado
si entristezco al corazón.
No te maldigo -no puedo-
odiarte me lo prohíbo,
quiera Dios que esté –yo- vivo
para ver cómo le cedo
al destino tu castigo.