Ayer, domingo.
A pesar del intenso calor,
se me ocurrió
almorzar pastas:
ravioles de verdura.
No quise comerlos calientes.
Así que junto a mi familia,
los comimos fríos.
No es la primera vez,
y la verdad que
mezclados con queso crema,
son exquisitos.
Debido a la alta temperatura,
no convenía servirlos calientes.
No los elaboré,
fui a comprarlos.
Intenso calor en la calle
en busca de esos ravioles.
Prefiero hacerlos yo,
pero la verdad es que
no estaba el día
para estar cocinando
durante tanto tiempo.
Lo más práctico
fue ir a comprar.
Excelente masa,
muy buen relleno.
Me excedí en la cantidad adquirida.
Éramos seis en la mesa,
y, sobraron ravioles.
Al caer la noche,
alrededor de las 8:40 p.m.,
coloqué en una bandeja
los que quedaron.
La coloqué en una
bolsa de supermercado.
Bien visible el texto: comida.
Me quedé un momento
en la puerta de entrada.
A los pocos minutos,
pasó un carro
conducido por un señor mayor,
con tres jóvenes...
supongo que eran sus hijos.
Al tomar esa bolsa,
no las otras,
uno de los jóvenes
me miró y sonrió.
\"Tengan buen provecho\",
le dije, a lo que el jóven respondió:
\"Muchas gracias, señor\"
\"No tienes que agradecer,
pasen buena noche\", contesté.
Partieron, con su caballito criollo,
a su destino...
Sentí en mi interior
una gran satisfacción y alegría...
Hugo Emilio Ocanto
08/02/2016