¡Oh mi Rey! ¿sabías que muero por tus besos? ¡Sigo viva!
desde aquel día, cuando rayos y centellas azotaron los campos,
y la sangre caliente de tus guerreros, corría en la cruel batalla,
fue cuando temblaron mis piernas acorraladas por el miedo,
y acurrucada en tus brazos, presa en la muralla de tu cuerpo,
Desde entonces ansiando cada vez más, tus tibios besos,
deseando tu aliento, y probar jugo de la vid de los infiernos,
sudor impregnado a mi piel, olor a pántano fresco de tierra,
siendo brasa consumida al fuego del amor, erizada en tu piel,
rozando mi tez desnuda, acelerando latidos de mi corazón,
Pregunto sin encontrar respuesta, ¿porque tanto dolor?
¿Que pasó, mi rey amado? ¿porque me has abandonado?
aún recuerdo aquel día terrible de mi destierro y despedida,
cuando besaste soberbio la capa de mi piel, ardiente a rabiar,
queriendo penetrarte en los pliegues de mi alma agonizante,
y lloraba lágrimas de sangre, gritaba suplicando tu amor.
Vilmente sin piedad, me apartaste de tu lado, sin motivo,
tal vez para libar el veneno placer de las esclavas y doncellas,
desde las fauces sedientas de la sangre divina de los Dioses,
y del sagrado torrente sangrante de valerosos antepasados,
guerrero sin alma, que has degustado la lujuria de otras bocas,
y ahora no quieres estar a mi lado cuando llegue la muerte.
Mi boca húmeda sedienta como está, perece por tus fluidos,
de sequedad torturada bajo sol de las químeras que calcinan,
con ganas infinitas de saborear el néctar amargo de tus labios,
hasta quedar sin aliento, consumida por los vientos del verano,
esta reina condenada a tu ausencia, sin encontrar consuelo,
Libradme Señor al interminable tormento sin tus mieses,
¡Oh! ven a mí sólo un instante, un instante de la eternidad,
arráncame la vida con tus besos, sácame el corazón vivo,
pues sin los besos de tu boca, para que quiero suspiros,
Y sácame los ojos, si ya no pueden verte, ni contemplarte.
Mi vida no es más vida, y tampoco me darás la muerte,
será el perdido naufragar de una barca en la tormenta,
se cegará mi alma mendiga, el más cruel de los castigos,
dame mi Señór aunque sea el último aliento de tus besos,
¡Ven mi Rey!, entrégame tu boca. ¡Devuélveme la vida!
aunque después me destierres a las tierras del olvido.
raquelinamor
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Venezuela/2016