Ir tras la fe y la esperanza desoladora
de la vida que ríe con su corona de oro
y que el ingenuo ante su busto llora,
implorándole como un niño… lloro.
¿Quién de sus paraísos legendarios
y de su corona puede asirse?
Yo me inclino por reinos encantados,
que por la vida que insiste en irse.
Así, la vida que me toca, ensimismado
en la incoherencia de la gente “loca”
llevo ese sueño sencillo y consagrado
de Acuña, Noboa, de Silva y Borja...
Bien pudiera gritar en las cavernas solas
y huir por las regiones de los males,
probar del Leteo y perderse en sus olas,
morir, solo morir en desconocidos mares.
Tomar de la melancólica imprudencia
y de la Estigia, un sorbo beber de ella,
ir haciendo veredas en la existencia
y navegar más allá… sí, de toda huella.
Y soñar, con mundos de exótica belleza
de místicos paisajes lejanos y escondidos,
donde la tristeza no toca… ¡no besa!
-¿Y la vida?- ¡bah! cúspide de los dolores todos.