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Redondez - Prosa poetica - Zuga Zucchini

 

Redondez

 

Aun sobre el descubrimiento de América había fuertes especulaciones acerca del paradero de la tierra y su misteriosa forma esférica, se hacían conjeturas que pueden provocar la más vil y burlesca de las carcajadas, hombres interponiéndose al simplísimo ideal, también la Santa Inquisición derrocando planteamientos. Pobre Galileo Galilei, pobre Giordano Bruno, humildes científicos obligados al horrible cometido de la hipócrita genuflexión, a la farsa de la Católica imposición, a retractarse, humillados, condenados a la temible hoguera que no sólo incineró los cuerpos de muchos hombres, su implacable fuego también se llevó junto con sus llamas las perlas de la ciencia, el árbol frondoso de la sabiduría y la perspicacia… Hubo muchas razones para afirmar que el mundo era redondo en aquel entonces, empero que muchos rufianes intentaron mantener el orden de la fe, sostener en su podredumbre al vulgo, a la plebe, llevar al fracaso de la mente, ¡ah…! qué desgracia. Sin embargo, a lo claro de los ojos, es inevitable fijarse en detalles como el rotar en torno al implacable sol, cómo el orden de los astros indica distintos senderos y derroteros. Tenia que echarse abajo la vaga idea de lo cóncavo, la forma de huevo, o el plato llano de Demócrito, Anaximandro, erróneo en el sometimiento al mundo plano, raso… pues claro, si de esta forma eran sus mentes, si planas, rasas, lisas eran sus cabezas afligidas, cómo no creer que el mundo entero lo era, cómo no fijarse en la bajeza de sus ridículas ideas: ¡tantos hombres especulando y rumiando la paciencia de Dios!, y Éste sobre los cielos disfrutando de tal espectáculo, ¡ay! qué dirían los monjes Franciscanos que afirmaban en ese momento algunas calumnias en contra de la risa. Se decía que era capaz de deformar el rostro de los varones, transformarlos en simios, en orangutanes, en inferiores bestias de la jungla, qué dirían… si estuviesen al tanto de que el Señor de los cielos desde su trono divino estaría dejando ir la más fuerte de las carcajadas al ver la empresa terrícola intentar descifrar la forma de su diminuto planeta. Vamos, seamos francos, ¿qué importa la forma? Cuadrada, circular, rectangular, triangular… al final, seremos necios por siempre, aunque la tierra esté esculpida y los enormes Alpes sean retocados. Sin embargo, a la sombra del descubrimiento de América, como antes lo he mencionado, estos misterios seguían atormentando a la humanidad. No queda más que un verso y un milagro, hoy lo sabemos. La redondez del fuego, del agua, de la tierra, del viento, aunque estemos de pie sobre valles y llanos, lo sabemos.

 

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