Me vengo cantando
los cantos dormidos
de vidas lejanas
que casi me olvido
y encuentro a lo lejos
la ropa arrugada,
el correr al viento
mostrando ignorancia
en versos lejanos
que no dicen nada.
Mirando a tus ojos
color de avellana,
te veo sonriendo,
con la frente vaga
que me ofrece el brazo
en la caminata
de cada mañana
sin decirme nada.
Me muero de pena
y me quedo sola
mientras que la gente
sentada a mi lado
me mira curiosa,
me ofrece una mano,
me ayuda contenta
diciéndome cosas
sólo con miradas.
Y me voy viajando
hasta la alborada
manejando a veces
sobre las montañas
de piedras redondas,
pulidas y blancas,
encuentros queridos,
familias lejanas
que están esperando
la amiga que llega
sentada a mi lado
sin decirme nada.