El mar me seduce con sus penumbras
semidesnudo él, semidesnuda yo,
inventor instantáneo de invasivas auroras.
Pero la noche aún no se termina,
y aparecen y desaparecen sus estelas
sobre mi cuerpo detenido,
como una deuda que quizá en el perdure.
Porque el mar continúa seduciéndome,
hasta encontrar este secreto ambiguo
donde se mece mi procacidad.
Sus revoloteos sobre mi cuerpo,
son la húmeda extensión de sus sueños:
espejismos ascendiendo
por la lenta arena de su sed.
Brama desasida su piel sobre mi piel,
aquí entre los balsámicos
humedales cómplices de la noche.
Agotados los dos
como dos relámpagos del ayer,
como el alba en sí misma
agotada por su propia luz.
Mientras mi vientre se convierte en luna
sigilosa sobre el mar…
Y hasta la aurora
se inventa y se reinventa en él.