Era yo ceniza oscura,
condenada a desaparecer.
Cuando de repente un viento vino y me sopló;
y al ritmo de su danza me elevó;
y, al sobrepasar las copas de los árboles,
un rayo de sol me iluminó
y su brillo fue tan grande que,
casi sin darme cuenta,
me fui poniendo gris,
y luego blanca,
y luego sin color...
Hasta que finalmente me volví luz.
Me integré con el sol y con el aire
y fui una y todos a la vez.
Ya no tuve principio ni fin;
y brillé como nunca!.
Y a mi paso se abrieron las flores
y los pájaros cantaron.
Y ya no hubo más muerte ni dolor...
porque fui vida
y parte del universo.
Lucila De Melo(MMGA) ©