Me sentí tan vacío cuando hablaste de amor,
Tus labios de pronto me parecieron tan duros,
Su color se transformó en una imagen fija
Como las manchas del sol, esas que quedan en la retina
Aún cuando cierras los ojos y piensas en cualquier otra cosa,
Continúan atormentando.
Y me percaté de lo molesto que resulta el eco,
Cuando juguetea con tu conciencia rebotando sin sosiego.
Cada palabra se deletrea a sí misma lentamente
Para grabarse en la cabeza con tinta indeleble,
Y cada letra resulta un golpe tan fuerte
Igual que cuando golpeas las teclas impaciente.
No es la primera vez que escucho salir eso de tu boca,
Pero si la primera que llega dentro de mí,
Hemos hablado de todo mientras te remueves en mis brazos
Y en ese momento todo tiene sentido,
En ese momento cada idea salta fuera de nosotros
Como si se escapase del centro de nuestra existencia.
Pero esta vez me viste a los ojos y mojaste tus labios con tu lengua,
Conozco esos gestos tan propios que solo usas cuando estás en ti misma.
Y entonces sentí como tus ojos dejaban venir un huracán sobre mí,
Tan consciente que no soy capaz de enfrentarlo
Bajaste la mirada antes que yo lo hiciera
Es la única forma que conoces de reconfortarme.
Y continúo mirando tus pestañas hacia abajo,
Apenas rozan las pecas que casi he borrado.
Este silencio no se parece en nada al que hacemos al amarnos,
Este silencio es casi como el filo de tu boca salvaje.
Que sin misericordia me ha amenazado
A una condena irrevocable.
Bárbara Barrientos