Ese día llegará,
que quizá me leas,
y en cada verso
escucharás el grito
de mi alma enamorada,
de mi piel enredada
en el instinto,
de mi mente
lanzando ideas fijas,
porque mi amor fue fijo;
y entenderás tal vez
lo que entienden
tantos que me han leído,
pero nadie sabrá
quién fue la mujer
que me envió al exilio.
Sólo tú lo sabrás,
si me recuerdas;
y mientras tanto
te escribo, escribo,
escribo...