A M.F.
Tus ojos
celestemente me miran.
Daría mi agua, mi luna,
mi pan,
por tenerlos en el espacio de mi pecho
cada día.
Pero sólo hoy acuden como ráfaga que detiene el tiempo.
¿Me mirarán otra vez celestemente,
o únicamente hoy cantan,
bordeando el aire sobre mi destino?
G.C.
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