LA ESPOSA LASCIVA
Enamoróme una bella morena
Con cierta fama de mujer fogosa,
Mas, sabedor que era muy hacendosa,
Juréle yo darle una vida plena.
Desposéla para Nochebuena
Y, después de una cena copiosa,
Encaméme temprano con mi esposa
Y entonces comenzó mi cruel condena.
Mostróse en principio muy modosa,
En el segundo, ya se mostró obscena,
Convirtióse en el tercero en una hiena,
Y, ya en el cuarto, se acabó la cosa.
Mas fue por no aguantar yo la verbena
Que no por ella, que con voz ansiosa,
Pedía continuar, aún temblorosa,
Pues su satisfación aún no era plena.
Intentélo nuevamente, mas mi cosa
Se negó a proseguir, cayó en barrena,
Y, mi señora al contemplar la escena,
Refrenó su inquietud libidinosa.
Dejéme aquella noche la bofena,
Me levanté como momia ojerosa,
Y ella me dijo, con voz muy melosa,
Que estaba fresca como una azucena.
Y así, cada noche tras la cena,
Se repetía de forma horrorosa
Esta pelea por dar a mi esposa
Todo mi esfuerzo por dejarla plena.
Con la faz de la Virgen Dolorosa
Y más dolores que la Macarena,
Me sentí corroído cual cangrena
Por el fracaso en mi vida amorosa.
Y transitaba como un alma en pena
Al descubrir la mirada jocosa
De vecinos que, en forma silenciosa,
Alegrábanse de la cuita ajena.
Decidí pues, de forma presurosa,
Acabar por fin esta cruel condena
Abandonando a mi Filomena
Aunque fuera de forma deshonrosa.
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Topéme con fiera buscando templanza
Y, por no sucumbir en la refriega,
Huí de la lasciva y de la chanza.
Febrero de 2016
Jose Cruz Sainz Alvarez