La muerte nos empuja hasta el destierro
y el frío nos acoge con sus garras,
el hambre nos retuerce las entrañas;
las lágrimas se secan sin pañuelo.
Hogares derribados por el hierro
del odio y la locura alimentada;
dementes exhibiendo sus hazañas
en nombre de su Dios y de su credo
Los ojos inocentes de los niños
expresan su terror en la mirada
pidiendo les expliquen su designio.
La súplica que el alma me desgarra
ahoga por mi pecho un alarido
que pugna por salir, a la garganta.