Cuando se tiene un amor verdadero,
no produce malestar, ni tristeza;
es límpido manantial de pureza,
como las hebras, que hila el hilandero.
Somos como las mieses del triguero,
que en su interior, encierran la pureza;
de la harina horneada con destreza,
y del cantar alegre, del jilguero.
Es por eso que el momento ha llegado,
de que alcemos nuestras manos al cielo,
y en el coro, de voces encarnado;
escape de tu aliento, el desconsuelo;
por que no hay mal que por bien, no haya llegado;
ni penas que no curen, tu consuelo.
Franklin Joel Blanco Aparicio.
Villa de Todos los Santos de Calabozo.
Venezuela.