Santiago Miranda

14 de febrero

Cuando de extrañarte no puedo más

cuando mi cama me atrapa en el fondo de sus redes

y la tristeza me embarga sobre el colchón naufragado

cuando el techo poroso de mi pequeña pieza

se muestra como el cuadro más atractivo posible

del mejor de los mundos posibles

me envalentono y salgo a dar un paseo

me preocupo de guardar las llaves, sin ellas no vuelvo

bajo cinco pisos a pequeños saltos

amablemente me recibe el sofocante calor de verano

y através de la fresca corriente 

susurran las hojas tu nombre

y de pronto me acuerdo que todo lo que observo

suavemente remite a tu recuerdo y a tu nombre 

a uno que duele vívidamente 

a cada instante

en cada hoja en cada árbol

tras cada segundo emite un eco

cien veces tu nombre es recibido

por alguien que solo intenta pasar-lo desapercibido.

 

Todo se hace insoportable

me sigo sintiendo miserable

estúpidamente estúpido

miro los rostros en el entorno

y me alegro un poco

siguen siendo ellos levemente mas estúpidos que yo

pero yo, en este momento

no tengo como mirar mi rostro

así funciona el fracaso para mí

odiándolos a todos

que pasean de las manos 

y sonríen entre ellos

amorosamente, cómplicemente, íntimamente

enamorados

pero el germen que queda adentro

del lloriqueo de una niña de catorce años con el corazón desolado

se hace más grande a cada paso

me toma el pecho, el torso, los ligamentos y los huesos; el cuerpo

así termino sentado en la banca de la plaza

mirando la arenisca multiplicada y mis zapatos viejos

escuchando atentamente el siseo de todas las hojas

en todos los árboles

de todas las plazas

del único mundo posible

susurrando tu nombre.