Cómo era aquello que sonaba en la radio
allá al fondo, a lo lejos, llenándola toda,
de presencias sonoras,
en esas tardes ajenas,
como anestesiadas.
Y las golondrinas.
Cómo era que llegaban
a la pared frontera
sembrándola de promesas antiguas,
que yo creía tocar con el borde de mis dedos.
Nunca cumplidas.
Y de repente tú
y mis 64 años
apresuradamente hilvanados
en la mar de mi espalda.
Y vuelvo la cabeza buscándote
en los ojos
tu reciedumbre de hembra.
De madre que no ha sido.
Porque yo sólo llevo
pequeñas promesas no cumplidas.
Historias de piratas
y un corretear de niños que se pierde
al fondo de la estancia.