“La Maddalena penitente” - Francesco Hayez
Ella tenía la buena costumbre de mentir
de mentir a menudo
pero no de mentirse.
A veces inventaba historias
y ella misma no era capaz de creérselas
pero se las creía
para hacerles creer a los demás.
Todo aquel que dormía con ella
pensaba
ser el primero en compartir su mundo
de cuatro muros.
Las noches en esa cama eran amarillas.
Cuando amanecía y sus amantes relámpagos se esfumaban con los humos
del nuevo amanecer
su habitación olía a orgasmo fingido, a saliva salobre
y su imprudente soledad comenzaba asormarse.
Como siempre hay hombres vulgarmente desagradecidos
estos se encargaron de levantar la fantasmal estatua de la Magdalena,
en su honor.
Otros divulgaban su nombre
y su nombre era un pétalo huraño en el vaivén de los cotilleos.
Los que nunca durmieron con ella
conspiraban con la lujuria,
porque no se conformaban con los pases libres que ofrece la imaginación,
por saber más de las mentiras de sus manos, de su boca... de ella.
Jamás pensó que su discreción fuese un Judas
y sus amantes, amigos de él.
Ella dejó la buena costumbre de mentir
para no creerse sus mentiras.
Ella está en la boca de todos
y en el corazón de nadie
...y sin embargo juega al amor
con un chiquillo
como chiquillos.