Al empezar no fue tan fuerte
lo que sentí, porque me dejé llevar
por el deseo, el que se premedita
en la mente en forma fogosa
y atrevida.
Me llevaste conducida
por el ímpetu de los días
que te reclaman.
Y acudí a tu llamado
en forma convulsiva
y sorda por el dolor
en mis músculos
que me hablaban
de una terapia austera
y no era un ring de boxeo
que un cuerpo a cuerpo excluyera.
Sentí la espina penetrar despacio
y llena de una temperatura
que no le podía negar la atención.
Mis movimientos guiaban ese ritmo
inexplicable que te obliga
a exigir más y más
y así fue como inevitablemente llegaste primero.
Me quedé ciega por sentir
esos quejidos
que en el momento fugaz
se entienden pero nos da
un poco de espanto.
El cirujano confiaba
que el mismo bisturí funcionaría
sobre la piel de ese cuerpo
que las ansias sentía.