El sueño flotaba entre brisas de blanco esplendor,
emergía de repente y volvía a desvanecerse.
Las luces del tiempo vagaban envolviendo ilusiones,
pasiones descalzas entre escotes y curvas
que el espacio ha cuidado como se cuida una joya,
con ese sabor a damasco y a ciruelos jugosos.
Las águilas pasaban
Miraban en su vuelo los bellos pechos turgentes, sinuosos, carnosos
Se podía observar al amor como una cola de comenta
atravesando el espacio avezado entre sueños
Ese carácter tosco pero endulzado,
con sentimientos y emociones,
era simple fantasía que nacía de un alma,
candilejas naturales, guirnaldas encendidas
que se afirmaban a los pies de cordones de plata
y siempre aparecían con diamantes y cuarzos.
Eran amores que se lanzaban al viento,
ternuras con vida, con silentes espacios
que soñaban replegados en un espíritu que volaba.
Los vientos se llevaban años y distancias
encerradas en un ambiente, en un mundo apartado.
Sin embargo vivían viajando en el espacio,
habitando en las almas de quienes las amaban.
Un crujiente destino lejano, distante
sin caminos trazados para poder compartir,
nadando en el tiempo, en el espacio infinito,
proyectando ese amor a través de versos sueltos
que se introyectan en el alma y sin querer se viven.
No es un juguete del tiempo, es, como dije, una joya, disgregada,
sin felicidad elocuente, pero firme y segura,
¿Segura?, quizás sí, aunque sea disímil.
Ese ser le hizo un guiño a la vida
y la dejó pasar.
CARLOS A. BADARACCO
10/3/14
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