Y de pronto el miedo se adueña de mi,
me recorre la columna vertebral
con sus largas y heladas uñas,
me hace temblar en el vaivén
de distintos demonios,
unos míos, algunos prestados,
me expone al vacío de una habitación de burlas,
humillación y rencor.
Me alimenta los demonios
y los riega como si fueran una flor.
Siento helado todo a mi alrededor,
el frío me tala los huesos y
siento como mi respiración
se cansa ante el duro invierno
al cual a sido desterrado mi corazón.