Fundirme entre tus brazos
es retornar al magma de la vida,
sumergirme en el útero primigenio,
sumirme en el tiempo hasta el cero absoluto.
Enfilarme a tus ojos es viajar a los confines
donde el polvo de estrellas engendra las galaxias,
es asumir la inmortalidad muriendo en el intento,
resucitar al tercer día en tu regazo
Beber de tus racimos es recibir el maná de los desiertos,
embriagarme del olor a pan recién horneado,
recorrer tu cuerpo con manos de ciego
descubriendo a cada instante valles secretos y colinas ardientes;
fundirme en tus simas es el bautizo absoluto
que me devuelve limpio, con el alma recién parida
y el cuerpo impregnado en la tibia placenta de tu seno.
Hacerte el amor es renacer mil veces,
ciego desnudo, bañado en tus efluvios,
hasta perder la noción de mi mismo,
hasta sentir que mi cordón umbilical
se pierde en el pozo sin fondo de tu tiempo.
El nacimiento y la muerte se abrazan en ese cenit
en el que vislumbras el túnel de luz que nos trajo a la vida,
en el ígneo cráter de tus muslos ,
en la insondable laguna de tu vientre,
en las montañas sagradas de tu grupa,
en tus pechos de luna.