El amor que me has fingido
hizo morir los rosales,
guayabos y naranjales
están de pena dormidos,
se rompen como cristales
sus corazones heridos,
y en sus ramas, ni las aves
quieren hacer ya sus nidos;
abriles de vientos suaves
que pasan, sin dejar ruidos;
sobre las frondas resecas
de mi jardín afligido.
Ahora que te has marchado
dejándome, en el olvido;
hasta el candil atrevido
de este farol trasnochado,
susurra que no fue malo
quien por tu cara bonita,
llorando llega a la ermita
sólo, triste y abandonado.
Serafín de mis rubores
cofrecito nacarado,
con tus llaves, has guardado;
mis penas y mis dolores,
de mi corazón dispones
para calmar, tu arrogancia;
quiero olvidar las traiciones
que matan, mis esperanzas.
Franklin Joel Blanco Aparicio.
Villa de Todos los Santos de Calabozo.
Venezuela.