No sé tu nombre
pero mis pecados se alivian cuando te veo.
En la oscuridad posees los pasos livianos
y las caricias plenas.
Yo soy el hombre que te abraza,
quien te distingue entre tantos.
SOMOS durante la brevedad y el sigilo.
Cuando se rompe la soga que nos ata
huyes hacia lo inasible,
hacia el paisaje de algún otro encuentro.
Escalón tras otro escalón,
también huyo hasta que mi soledad me redime.
G. C.
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