Oh madre, tú que escueta me has parido
desde la muchedumbre en tus preñeces;
quiero saber el llanto que padeces,
ahora que saltera peso y mido
la vida de los hombre en tus balanzas
y, advierto una amargura venidera,
esas crueldades de la vez primera
que traspasaron tu ser como lanzas.
Ay madre, escucha: Aquí, yo te sentencio
desde tu vientre, hasta tus esmeros
que doblegues tus días lastimeros,
pues madre, te amo, pero es en silencio.
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David John Morales Arriola