Des-Cubrir-Es.
Siempre están, disponibles, asomando tímidamente, íntimamente, desde lo oculto, plasmados en alguna sombra, un gesto, una mueca, esperando ser descubiertos por aquellos que buscan mirar lo verdadero.
Y se encuentran, repentinos, efímeros como una estrella fugaz, desnudándose ante los ojos privilegiados y sensibles hambrientos de respuestas.
Instantes… que dejan “entre-verse”… y es en ese “entre” donde reside la magia, eco de múltiples miradas ante una misma imagen, que relata tan diversas historias como los ojos que la contemplan.
Micromundos que se acercan y alejan, se cruzan, superponen y yuxtaponen en tiempo y espacio, en un aquí y ahora constante, cotidiano, transformando y transformándose necesariamente con cada contacto, con cada encuentro. Andando, impregnamos huellas propias a cada paso, el camino, y al mezclarse con las otras, las ajenas, crean lo nuevo. Como los colores que al fundirse unos con otros, mutan.
La calle (y la vida) se colma de melodías: amables, eufóricas, de risas y de llanto. Y uno elige sintonizar (a veces) lo que desea escuchar, otras no queda más remedio que dejarse atravesar por lo que sucede.
Y es eso, lo que acontece, casi como línea de fuga, a lo que debemos estar atentos. Porque es allí donde se denuncia, donde se pone en evidencia, donde emerge ineludiblemente “el sentido”, (en lo latente, lo genuino) de lo sagrado y de lo profano, lo noble y lo miserable, lo moral y lo obsceno, lo torpe y lo bello, cargado de emociones, sentimientos, sensaciones. Entonces uno debería hacer un intento por despojarse de prejuicios, capturarlo y revelar. Y rebelar, (con v corta y con b larga, claro)…