Duele mucho
el hambre y la sed
Duele la mentira
hasta romper en llanto
y secarse en sangre.
Desgarrada,
sufre la tierra y la piel de barro
Tortura y nos mata
desde la primera hasta
la última palabra
en que el vivo dolor
se aferró al engaño
del oscuro relato de la bestia
dado en democracia
imponiéndose con soberbia
en el nombre de las desigualdades,
en lo llano del vaho de lo mediocre
sobre las dignidades,
y sin la gracia de dios.
Duelen las manos
que se armaron
en el fractal del tiempo
en voces y las semillas
que ellos mismos
han plantado
Doloroso dolor cala
el hueso y la entraña
del alma del ser noble,
distinguido
en la esclava noche
entre el desierto y el alambrado
Duele sin lenguaje,
la enfermedad parasitaria
en el fango y las tinieblas.
Duele el cuerpo,
el ojo ciego del hueco,
y la palabra muda, sin corazón.
Duele, sin piedad, el mundo
cuando se es fiel, sin vergüenza
ni pecado en gotas de lucha
Duele y uno es, el dolor
Y, soy al final del día:
La gota, sin poder dominar
Una gota rebelde de desobediencia
donde la palabra gira y gira
con toda su fuerza,
en su propia luz; Desnuda
que anda por las calles; Sola y sin bandera
y por debajo de la lengua, Sin armas.
A resistir
A luchar
A protestar
A no temer jamás,
una palabra de censura
A, un nunca más
Aunque duela la razón
en el centro de la gravedad
de la historia y los siglos
Una gota sin temor
y a resistir
Sin limitaciones,
con los ojos abiertos, rodando
en clave de sol al amor y la locura
-expuesta a todo-
en el espacio entrelineado
de la compasión y la paz
A dar vuelta el relato
A reivindicarse de pie
y no ser: Ausencia.
A Ser
en la honda y profunda libertad
la maravillosa metamorfosis
comprensible en el milagro
de la faz divina, sin restricciones
Mané Castro Videla