Dejaré que el sol llegue por las mañanas y pregunte por ti
para así saber que estuviste entre mis brazos, que tuve tu nombre,
que fueron mías tus caricias.
Y desconfiar de la eternidad, que olvida, que sepulta los recuerdos.
Que no recuerda nuncamente.
Aguardaré por las tardes el vencimiento del crepúsculo
para atisbar los recuerdos con tu nombre en él, mientras observo el horizonte
entre la tarde, entre la noche, entrando la lluvia, tras del vidrio en la vieja ventana
cada vez que se presente la oportunidad de hoy, para adelante.
Recordaré tus manos, entre mis labios, tersas y cálidas,
que surcaban un camino atrevido y candente entre las soledades de la tarde,
Y no te olvidaré;
reviviré juvenilmente los miles de momentos a tu lado
Con tu palabra sobre mi pecho agitado, atolondrado, alborotado.
Y jamás te olvidaré.
Pues se han quedado conmigo tus presencias
grabadas en lo profundo de mis lienzos cual pupilas;
que se han impregnado presentemente tus aromas,
con sus ecos; nuestras historias; y todas nuestras vivencias.
Alejandro Montes