Madre, hay algo que se llama vida, que pocas veces se ve atisbando en los confines míos. Pero hay algo que se llama vida.
Ese origen celular terrenal que cae a veces como una fe y, que nos llena y nos vacía.
Escucha madre, hay algo que se llama vida,
algo que vemos a ratos y mudando sus pieles entre pliegues de tiempo.
Madre, lo sé; la vida es en efecto una causa que parece no tener causa; mas su causa es el amor.
Cuando una A permanece quieta, cuando un color negro se matiza e inerte respira ¡Estamos vivos!
No conozco nada, no conozco a nadie; la vida que conocemos en verdad no la conoces.
Y, por eso escucha madre; hay algo que se llama vida.
La forma de mi madre me ha llegado al corazón, me estoy muriendo de ella, de sus años y de los míos, eso es vida.
Cuidado madre, que la vida va por ahí queriendo vivir, oscilando su onda en otra onda, y la luz en otra luz.
Pero madre, te repito: hay algo que se llama vida; que se descuelga en finos desgastes.
Hay cosas bellas como tu nombre y otras tristes como yo. Pero madre, a eso llamamos vida.
Hasta la vida estoy llegando con mis pies ensangrentados y tú, madre; me has lavado el pie y el ala herida.
Por eso repito: madre, hay algo que se llama vida y que a veces no vive en nosotros; mi madre: me cura, me besa, me ha planchado la camisa,
me ha dado de sus manos el yantar, y hasta quiere regalarme su vientre, y eso, sí es vida.
¡Madre, ahora advierto algo!
¡Parece que de la muerte, nos nació la vida!
¿Madre, aún estamos vivos?
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David John Morales Arriola