Raya el alba la mañana
nace el sol, en Calabozo;
sobre el espejo del pozo
destella, el cielo su grana.
Pedazo de tierra plana
donde la espiga, en reposo;
sazona el fruto gustoso
del mango, de tus sabanas.
Donde el palmar se engalana
de atardeceres hermosos,
que plasman en Calabozo
cocuyos, en la oscurana.
Oye sonar las campanas
con su doblar quejumbroso,
que en el ocaso lluvioso
al musgo, visten de pana.
Son cuatro iglesias hermanas
para un pueblo prodigioso,
que con fervor religioso
abraza, la fe cristiana.
Tu casco antiguo me clama
que escriba, un verso amistoso;
y cese el trato afrentoso
tan solo, el pobre reclama.
El manantial de La Aguada
es un recuerdo borroso,
de aquel oasis boscoso
el tiempo, no deja nada.
Y la represa cercana
como si fuera un coloso,
gigante ser caudaloso
dieras, tu gracia temprana.
Y el pajonal que desgrana
el Pozo Azul, de mi ensueño;
desde que estaba pequeño
florece, allí la nirvana.
La tierna brisa que hilvana
un aforismo pomposo,
emana un olor sabroso
a mastranto, de sabana.
Del llano serás sultana
de gentilicio orgulloso,
sobre tu suelo arcilloso
el arrozal, se solana.
Yo quiero verte cuidada,
no quiero un pueblo ruinoso,
yo quiero que Calabozo
luzca, sus galas pasadas.
Franklin Joel Blanco Aparicio.
Villa de Todos los Santos de Calabozo.
Venezuela.