Es aún de madrugada, y a través de la ventana, la fría brisa matutina, te produce un leve estremecimiento de suave dolor placentero. Miras a la distancia y las sombras y luces matinales, que se cuelan entre la vastedad del cielo infinito, te hacen sentir pequeña e insignificante, y que solamente estás aquí, para cumplir el rol que te fue encomendado. Por un breve instante, desvías la mirada hacía el lecho nupcial. Está dormido. Lo notas enorme y poderoso, bueno y tierno. Sabes que le debes mucho, pues te aceptó sin poner reparos. Parece ayer, se presentó a la casa de tus padres, y pidió tu mano en matrimonio. Es cierto, ya tienes la edad adecuada, la cumpliste no hace mucho; pero aún así, tuviste miedo de lo que iba a pasar. Peor aún, después de ese sueño tan raro, que al parecer tuvo mucho que ver en lo que ahora está pasando.
Cierras los ojos, es difícil recordar, el como y el cuando sucedió todo esto, pero de algo estás segura: pasó. No te lo explicaron, no te dijeron nada de los detalles ni de la forma como esto tenía que suceder, ni lo que sentirías, minutos antes y tiempo después. Solamente sucedió, y no pudiste evitarlo. Lentamente tocas tu pequeño abultado vientre. Una sensación rara, de miedo y de placer combinados, invade a todo tu ser. Sabes que hay una pequeña vida que se está gestando en tu vientre, y que de ti depende como crecerá ese pequeño fruto del amor.
Qué es el amor? Siempre te preguntaste esto. Nunca obtuviste una respuesta adecuada. Sabes que hay mucho amor en el mundo, lo tuviste de sobra de tus padres y tus hermanos. Ellos te brindaron un plato de comida y un techo mientras fuiste niña. Ahora que ya estás desposada, es con tu esposo que debes compartirlo todo. Así ha sido siempre, y lo seguirá siendo. Y por eso le debes respeto y cariño, y por qué no, también amor.
Un ruido te devuelve de tus sueños y remembranzas. Se ha despertado. Con mucho cuidado y delicadeza, te abraza y te da un cariñoso beso. \"Todo bien?\" te pregunta, tratando de no pegarse mucho a ti, pues cree que podría lastimarte. Sus manos son poderosas y toscas, su trato es simple y rudo. Es el trabajo, y la dura jornada diaria, los que han formado su temple y su fuerza, los que a fuerza de golpes y sinsabores han forjado su carácter y resistencia. Y lo sabe con mucha certeza. Por eso siempre te trata con sutileza y mucha ternura. A su lado, tu frágil cuerpo y tus delicadas formas de una recién crecida niña, hacen que las formas de él se noten mas toscas todavía. Pero tienes una mirada tan segura, serena y firme, que al estar contigo, él se convierte en un indefenso cachorro. No puedes negarlo, es tu complemento ideal, y ya todos lo habían notado.
\"Todo bien, esposo mío\" Le respondes con cariño. No hablan nunca de lo que pasó. Hay entre los dos un pacto silencioso de no hablar sobre lo que les pasó justo antes del matrimonio. Él te aceptó como esposa, sin poner en duda por un segundo tu integridad e inocencia. Y aceptó lo que te había pasado, como quien acepta la llegada de la noche, o la salida del sol de un nuevo día. Y por eso lo admiras y lo respetas aún más. Y sabes con certeza, que no en vano, están ahora y para siempre juntos.
Lentamente cierras la ventana, y con cuidado te diriges hacia la cama. Es aún de madrugada, todavía pueden descansar un rato, pues la jornada de hoy será muy larga. Pero aún no tienes idea siquiera, de todo lo que te espera. Ni siquiera, por una milésima de segundo, han pasado por tu cabeza, todo lo que la vida y el destino han preparado para ti y ese pequeño que llevas en tu vientre.
- Vas a cuidar de nosotros siempre, verdad José?
- No lo dudes nunca, mi amada María.