El lobo me convoca con voces amarillas,
y es grato sentir el miedo provocado por sus párpados en vuelo
de su mirada de lobo.
Sus fauces son la pasión que aguardan mis abrazos.
Es el amor esperádome , irrenunciable.
Pero yo no pido mucho:
apenas el retumbo de su aullido secreto y su piel pintada de nieve.
Todo es gélido menos la boca del lobo.
G.C.
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