Saber que si existo
es por esta letra maldita
que calma mis ansias de morir
en la soledad eterna
y el olvido.
Saber que respiro
por un puñado de manos invisibles
de tinta y fuego
un aire que enmudece
los extremos de mi cuerpo.
Saber que camino
gracias a ese puñado de palabras
que alimentan a este indefenso
caminante de ciudad, de río, de misterio
entre una nube que aun reposa
y no deja mirar el sol.