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**~El Cielo Amarillo - Cuento Corto~**

El Cielo Amarillo

Había una vez, una jungla salvaje llamada Glurú, en ella, vivía un anciano que invoca a los cuatro vientos de la tierra con sus dioses para evitar que la “guerra triste”, llegara a su aldea. Su aldea pequeña, pero bien estructurada tenía cincuenta ancianos como el. Ellos se sentaban en la mesa y un erudito les hablaba, les comunicaba lo acontecido de los días y por qué tenían que llamar el poder de los dioses para que su aldea siempre tuviera “felicidad”. El anciano que se llama Alfred Dmitri era un ruso, delgado, desconfiando y de una sabiduría autoritaria contra la voluntad de la aldea. Él, cree que los dioses son el poder mayor de la aldea y que el universo se pondría a su favor si los invocaba. En la aldea había un ruso llamado Alek. Rusia vivía un momento peligroso contra la fabricación y explotación de misiles creados por un país europeo cerca Rusia. Hasta un tsunami se apodera de las costas de europa por la práctica de estos misiles en aguas del océano Índico. Alek tiene un sólo interés es trasladarse y mudarse hacia las Américas en Occidente. Él, está harto de la aldea, de sus ritos y tradiciones, y más aún de las costumbres adyacentes en que él vive con su gente. Alek se entristece tanto por no lograr su sueño de marcharse lejos de la aldea, que los dioses lo admiran por su fuerza de espíritu que él posee. Su tristeza se debate entre la verdad y la triste realidad que él vive. En su inconsciente siente la osadía de abandonar todo, tomar un pasaje hacia el destino más caro, que son las Américas en Occidente. Él, quiere triunfar, ser más feliz, y quizás formar una familia, pero su sueños se tornan reales cuando el anciano le habla y le explica que puede haber un retiro espiritual cerca de las Américas el próximo año. Alek se embarga de felicidad que los dioses saltan de alegría con él.

Es lunes, un lunes muy lóbrego, pués se enfermó un anciano y murió de cáncer. No era un anciano de los de la aldea de Alek y de Alfred Dmitri. Y se hace la comitiva para hacer los arreglos y demás costumbres para el entierro de este anciano que su legado deja mucha sabiduría, espiritualidad y valores fundamentales para la aldea. Una de las hijas de este anciano se llama Anouska, cuando en un rito tradicional para el entierro de su padre es ofrecerle flores blancas a los dioses que cuidan tanto de la aldea. El rito y la tradición de esa aldea es que cuando su padre muera, la menor de sus hijas escoja marido para casarse y tomar  juramento,

que él proseguirá con los ritos, fundamentos, costumbres y tradiciones de la aldea como su padre lo hacía con sabiduría y omnisciencia de los dioses que ellos invocaban. El dios de la lluvia, el dios del sol, el dios de la tierra, y el dios del viento, se alegran tanto, que ellos, hacen un pacto entre ellos mismos para que la muchacha escogiera a Alek como su nuevo marido y esposo y dueño de la aldea vecina. Alfred Dmitri admira a Alek, en su fuerza espiritual, en su inteligencia como un mecánico de la vida que transporta alegría y felicidad a todos en la aldea. Es el momento en que Anouska elige marido, Alek estaba frente a ella, la mira a los ojos, unos ojos negros, inmensos para los ojos de Alek, era bella como de la india, tenia en sus cabellos flores blancas y un vestido blanco, como símbolo de la pureza de la aldea, de su tradición y costumbre. En ese instante, el cielo se viste de amarillo por el ocaso que se avecinaba y Alek recuerda su próxima travesía en las Américas, su sueño más real de toda una vida. Sus nervios se apoderan de su cuerpo, sus fortalezas se debilitan a tanta belleza de mujer frente a él. Sus ojos negros fuertes, los siente Alek en sus ojos, la admira, la ama y la quiere para él. Y él en su afán de luchar con ella y por ella y por la aldea se quedan en finísimas inyecciones de tristeza su sueño más real. Anouska elige a Alek para casarse con ella. Él, ya había comenzado a amarla desde que vió esos ojos negros que la tentación le cayó a los pies cuando ella lo eligió a él. Lo corona el sucesor de la aldea, antes del padre de Anouska. Y comienza la algarabía de la ceremonia del enlace nupcial entre estos dos guerreros de luz. Alfred Dmitri se lleva un gran sosiego, felicidad y gran admiración por aquél muchacho de su aldea que él mismo crió junto a los dioses.

Llega el retiro espiritual después de casi un año. Y él, desea marcharse y hacer su sueño más real, los dioses, otra vez, sienten tristeza, oh, la “guerra triste” se vé venir en la aldea. Y se entristece tanto por la tarde, no vé el cielo amarillo del ocaso y sabe que los dioses de la aldea le recuerdan aquél momento cuando su esposa lo elige como marido, y le viene a su mente tradición, sabiduría, inteligencia, mecánico de la vida, dueño y señor de la aldea vecina, esposo de Anouska, padre de Anzor, erudito y gran amigo del gurú Alfred Dmitri. Pero, más, llega la tristeza a la aldea vecina, porque la otra aldea ya próximamente hará su retiro más poderoso en una gira extraordinaria por las Américas, su sueño más real. Es dejar todo, o quedarse con todo. Abandonar toda la vida que ha hecho o marcharse lejos a las Américas y hacer real su fantasía. Alek entristece tanto, pero tanto, que llora y cae una lágrima en la mesa del erudito. El cielo esta oscuro no vió el ocaso y al cielo amarillo no lo vieron sus ojos, yá llegó la noche oscura, y un traicionero entra a la aldea en busca de poder, víveres y de todo lo que posee la aldea vecina de Anouska. Él no se percata, esta en la mesa y la “guerra triste” se apodera de la aldea. Todos los de la aldea están dormidos. Sólo, él esta en la mesa, uno de sus fieles le acompaña y se percata de la situación en la aldea de Anouska. Se preparan los dos, para enfrentar al traidor dentro de la aldea. Es una batalla a muerte, la noche oscura, templada y serena, advierte muerte, sangre y dolor. Alek no vió en sus ojos el cielo amarillo y decae en total dolor que vá perdiendo sus fuerzas. Se debilita al pelear fuerza contra fuerza contra el contrincante poderoso. Toda la noche a espada, a golpes y a duelo. Su acompañante muere en el siniestro. Él, queda con esta “guerra triste”, se esconde, se agudizan más sus sentidos, queda atrapado entre los escombros de la pelea. Y en un instante llega el sol, un nuevo día vé el cielo amarillo y sus fuerza regresan, en su mente se contempla su sueño que es su alegría, su felicidad, cuando su esposa Anouska lo elige como esposo, cuando su hijo nació bajo el poder del cielo amarillo, irrumpe el sudor como disfrazando una lágrima de tristeza, el poder se debilita pero, vé llegar a su hijo por el camino, se apoderan sus fuerzas, su esposa lo mira con esos ojazos negros, y vuelve el color amarillo a sus ojos y destruye toda vida del traidor en su aldea.

En el día hace su invocación a los dioses, le agradece en forma súbdita al dios de la lluvia, del sol, de la tierra y al viento por ayudarlo a vencer al enemigo. Y llega el tiempo del retiro espiritual en las Américas, su sueño más real. Hace su maleta, toma a su esposa e hijo y siguen la travesía hacia las Américas, hacia la felicidad, dejando la “guerra triste” atrás y comienza un nuevo destino en las Américas donde viven muchos años junto a su tradición y felicidad y con sus dioses.