Llueve, no me inmuta la lluvia
que con su rítmico golpeteo
va cayendo sobre el tejado;
Sigo absorto en tu tersa piel,
trigueña, ardiente, como mi pasión.
Quiero tocarte, en el paroxismo
de mi deseo te desvaneces,
tu largo pelo negro se diluye,
difuminándote entre mis dedos
en irreal neblina te escapas;
Despierto jadeante, sudoroso,
ansiando el retorno de la noche,
y así culminar quizás, por azar
este onírico ritual de amor.