En pleno silencio puedo escuchar mi respiración.
El viento juega con las ramas del pino que se yergue en el jardín cercano.
La noche hace su presencia tocando todo lo que se atraviesa a su paso.
Las nubes grises impiden ver las estrellas y, por consiguiente, la luna.
Trinos de aves, despidiendo el día, se perciben a lo lejos.
Mi madre, en un ángulo de mi librería me sonríe. En plena juventud. A su lado mi padre con su mirada penetrante. Dos fotografías en blanco y negro. De esas que no faltan en los hogares y que quieren retener un pasado remoto, haciéndonos compañía.
El escritorio un tanto desordenado. Al mirarlo me reprometo una vez más de ordenarlo. Mañana sin falta lo hago.
La luz tenue de una lámpara ahuyenta la oscuridad total.
Una velita a mi izquierda. Su llama se mueve cada tanto al compás del viento imperceptible.
Siento el corazón latir, mientras mi pensamiento se pierde. Navega lento en las aguas profundas y trasparentes de mis sentimientos.
Los personajes de la novela que estoy leyendo, dialogan entre sí mientras descanso de la lectura. Se saludan, se dan el cambio. Los paisajes de la ficción varían según la estación del año. Una Barcelona de principios del novecientos. Me deleito con la construcción literaria, las expresiones, las intrigas, los diálogos y las ocurrencias del autor. En ocasiones río, en otras me entristezco, sin contar aquellas en las que la narración me arranca una lágrima. Genial. Increíble como una historia cobra vida en el leyente. Es como resucitar, seguir viviendo cada vez que un lector toma la obra entre sus manos y comienza a perderse en los meandros de la historia. Ocasiones no faltan en las que me desvelo y tengo que hacerme violencia para dejarla y entregarme al sueño restaurador, ya que la vida continua y no se puede escapar de la realidad.
Para un escritor un buen libro es alimento. Es el caldo de cultivo de futuros personajes. Lugar privilegiado donde se enriquece el léxico y crece la imaginación de la mano con la fantasía. Es el bosque donde me pierdo nutriendo un sueño, esperando que algún día se haga realidad.