El nada

De lo que cambia, de lo que queda, de la voluntad, de lo que ya no soy.

Mi miedo más grande es no encontrar las cosas como las dejé.
Es no encajar en lo que hace poco tiempo encajé, amé.
Es no encontrar las palabras, el medio, lo común.
Es no identificarme en lo que una vez sentí propio.

 

El afán de crecer, se conserva, se mantiene.
La voluntad varía, y con ella viene la duda.
La fuerza no me alcanza, pero mi alma arde.
El fuego parece que no toca mi voluntad.

 

Mi alma me señala, y me siento culpable, ¿lo hago mal?
Si me siento así, si mi alma no está feliz, creo que sí.
La duda no me da un respiro, me muevo por inseguridad.
La valentía, la fuerza no se asoman, y me siento cayendo.

 

Ahora es cuando más necesito la fuerza, la luz, la guía.
Dejé mi hogar para volverme mejor, y no lo logro.
Dejé mi hogar para crecer, y me vuelvo mediocre, nada.
Nadie estaría orgulloso de mí en este momento; no lo estoy.

 

Alguna vez fui Nada, deseoso de llenarme de luz, de fuerza.
Hoy soy un Nada lleno de temor, impotencia, inseguridad.
No estoy completamente lleno, pero me veo llenarme.
Me vacío de lo más hermoso, me lleno con lo desagradable.

 

Mi meta antes era llegar a lo más alto, ser grande, inmortal.
Hoy es salirme de este hueco inmundo, vergonzoso, inmoral.
Pero aún conservo lo que arde, aún me queda corazón.
La llama todavía puede prenderse, iluminar, incendiar mi ser.

 

Hice mis propias leyes, traté de pensar por mi mismo.
¿Dónde están esas leyes? ¿Quién si no yo las cumplirá?
Hipócrita he sido, hablando de mis preceptos, de mis pautas.
Y me he engañado, burlando las leyes que yo mismo creé.

 

Aún me importa la forma y el orden,
pero mi deformidad no está ahí.
Está en mi ausencia de contenido,
en mi falta de fuerza, de valor.

 

Qué fea es la vida, que amarga, cuando no se tiene voluntad.
Qué dolor para el alma de la persona, cuando su llama no quema.
Qué bonito era cuando el alma incendiaba todo lo demás.
Qué lástima que ya no hay nada que incendiar, sólo cenizas....