Se instaló en su casa de campo huyendo de un pasado sonoro. Empapada de ausencias erigiría su nueva vida. Cuando la azotaba la memoria lograba correr el dial de su pensamiento. Con gran facilidad ponía su mente en blanco.
Leía por horas, elegía títulos abstractos, huía de las historias de desamor. Caminaba kilómetros disfrutando no ser vista. Cada noche era una fiesta cuando estrenaba la cama. Su cama. Todo era suyo. Ella misma se pertenecía.Pasaron meses, transcurrieron años.
Una mañana se sintió muy vacía, inspiró y sintió que flotaba. Tuvo miedo. Buscó un espejo. Se vio totalmente despojada. No se reconocía ni siquiera en la mirada. Percibió sus labios, intentó verbalizar su nombre. Y el silencio más estridente la invadió.
Ya no pudo llamarse. Hacía tiempo que las palabras decidieron deshabitarla, hastiadas de mutismo en su mundo sin sol.