Qué buena idea tuvimos,
comer yo, sobre tu cuerpo
y tú, sobre mis besos
y quedarnos hambrientos,
para buscar más deseo.
Qué buena idea fue, alargar los sueños,
sin necesidad de tener que despertarnos
y seguir durmiendo,
tú sobre mis miedos
y yo apoyado en tu hombros
y prolongamos los besos hasta
dejar los labios durmiendo
en aquel invierno
que no era de borrachos, sino de desesperación
y tú me entregaste las llaves de tu camisa
y yo con la cerradura abierta
solo quería besos, acompañados de pasión,
y así paso el tiempo, que duró lo que dura una camisa
y cuando no quedo camisa, se acabo el amor.