Quise atravesar el cortijo de tu sentir,
utilicé un arma letal
para poderme esconder
y no pudieras escapar
y entre musarañas humanas
no supiste entender que cada día
tiene un mañana
que nos suele sorprender.
Quise hacer que la mariposa se guiara
por el canto del colibrí y mucho cantó
aunque haya sido en silencio
que sólo penetró
en mí porque atención no le pusiste.
La mañana cambio su horario
en el amanecer
y me pude dar cuenta porque los pájaros
solían es guarecer
en los alambres tildando
como tendederas.
No me disgustaron
las noches frías
ni tampoco que te fueras…
cuando en mi corazón
se prendía la llama por tu ceguera.
No querías ver que la naturaleza
se perdía
y sobre nosotros caía
la noche carcelera
que nos susurraba en la melancolía
que no existía un amor de esos
que te corrompe hasta los huesos
para que sepas lo poco que amaba.
No quise insistir más y le di la mano
a la mala suerte, ya no quiero saber más
de ti y menos volver a verte.