En la sonrisa jornalera de tu vino,
se desperezan los sueños sepultados,
y al rescatar en cada copa algún pasado,
le estás pulseando al olvido tu destino.
Y cuando en la mesa changarina de tu rancho,
lo poco se reparta entre tus hijos,
estará el dolor, en un río tinto, como siempre ahogado,
un río ancho y demasiado amargo.
Se vendrán las sombras, antes dentro tuyo que sobre las casas,
llegará la noche y será más noche para tu mirada,
y una vez más ganará el olvido la pulseada;
y se irá el domingo junto a tu sonrisa,
mientras tu amargura, esa...nunca pasa.