I
La luz había cesado por completo.
Las noctilucas reflejaban la fortaleza
Y supremacía de una marea oscura.
El joven paseo por horas por arriba de las rocas que
Conservaban la temperatura cálida de un estío sol
Que las achicharró por casi doce horas.
Caminando el joven sentía el olor a muerte
Que lo inquietaba esa noche.
Bordeando la costa, la ruta por el borde
De la playa ha tomado.
El joven bisbisó para el:
–al final de todo, en cualquiera de los casos,
Toda persona encuentra motivos para enriquecer
Las venas y fundamentar de manera
Natural la supuesta vida- …
II
Un par de metros hacia el sur entre las rocas,
Un cuerpo yacía destruido y parecía bailar,
Sumiso, al movimiento de las olas.
El joven se apresuró y miró el cuerpo.
Lo levanta, y se da cuenta que es el cuerpo de un niño
De aproximadamente cinco años.
Su cuerpo estaba adornado por agujeros
Que parecían puñaladas, de las que su sangre
Cantaba y armonizaba la textura
De las algas que germinaban de las rocas marinas.
En sus brazos lo sostuvo, lágrimas de hielo
Embargaron sus ojos, la muerte estaba a su lado
Y la vida cual despreció, en duda se abrigaron
Sus respuestas… Sus manos describen un lenguaje
Entre la sangre muerta del muchacho…
“Las manos cromadas por el inevitable desapego”,
Traducen el mensaje en tinta roja.
III
Y las manos llenas de orlas,
Que con estrépito aparecer,
Mojaban el suave olor de su pecho.
Nunca más volvió a ser el mismo.
Jamás apareció, pétreo apellida su causa.
Infecto y triste su camino termina,
Al fin y al cabo mientras resbalaba
En las marfileñas piedras marinas, el rastro
De sus manos y pies ensangrentados
Cuentan su historia.
Jeovany Mikke
Microcuento escrito y basado por hechos reales ocurridos en Chile como tambien en el mundo