Sé en qué adversidad,
en qué tiempo,
dentro de cuál misterio
se encadena tu alma.
Vano es pensar que te debes
a otros,
o que tus plantas no pisaron
lo que el deseo frecuenta.
Miro las estrellas,
la esperanzada nube tras lo rojo,
y recuerdo
un encuentro entre tus ojos y los míos:
los labios pudorosos temblando,
tu entrega a lo ignorado.
Ahora te vas
en lo impalpable de la noche;
deja que la noche se deshoje,
que gire en espiral hasta que el alba grite,
y ven,
hagamos un pacto:
ni tú me conoces,
ni yo te conozco.
Por un momento hagamos silencio,
y viajemos a algún país donde las plantas canten,
y abreven licores junto a las garzas blancas.
Y entonces..., escucha:
no te vayas aún,
quédate conmigo.
Acuéstate conmigo,
decretaremos tres días de gracia,
volaremos sobre los árboles cada mañana,
y el vacío quedará borrado de tus ojos y de los míos.
G.C.
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