Pediste conformidad y la catedral se vino abajo.
No me pidas un convite de hombres nobles,
no puedo superar a los duendes que habitan
en tu desorden mental y sentimental.
Sueña el niño que dormita en mis esencias;
con un juguete y con un maniquí tan vivo
como tú, el niño recorre edenes del “más allá”.
Si mordieses el vértigo yo podría juguetear
con tu hígado contaminado por el pánico
y decirte, al final, que no eres más
que un donaire que se alimenta de alimañas,
de copas de ron, de bilis, de iris momentáneos,
de ratones blanquinegros que son como diablos
hechos a imagen y semejanza de la injusticia
y la vanidad.