Las heridas del alma
que mal se curan.
Son como esos senderos solitarios
que nadie recorre nunca.
Ellas te gritan,
pero no hay nadie en ningún lugar
que pueda oírlas.
Tal vez Dios las escucha en silencio,
quién sabe si también se ríe.
¿Para qué nos las hacen?,
uno se pregunta.
¿Para poner barreras a los mares?
¿Para ocultar la luz de las estrellas?
Las heridas del alma
que mal se curan.
Pasan los años,
los meses,
los días;
y aquí dentro llueve,
donde sólo Dios mira.
!Cuántos caminos solitarios¡
!Cuántas almas perdidas¡
¿Qué hará Dios con nosotros
cuándo allí estemos?
Tal vez Él nos devuelva
la libertad perdida.
El derecho a elegir lo que uno ama,
aunque solo sea
una vez en la vida.
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